Cualquiera que haya visto las temporadas previas de Transparent, sabe lo que puede esperar en esta nueva (y por el momento última) cuarta temporada. Rareza. Cada capítulo te deja una sensación extraña. Pero es que Transparent no es, ni más ni menos, que la vida humana. Rara, cambiante.
Con Jeffrey Tambor aún a la cabeza de protagonismo (que tras las acusaciones de acoso sexual ha sido despedido de la serie), la cuarta temporada de Transparent nos lleva a un plano más religioso, donde el conflicto moral y social está a la orden del día. En esta ocasión recorreremos Jerusalén y Palestina, lugar de significado para la familia Pfefferman, donde descubrirán más de un secreto de su pasado.
Más allá de la sexualidad y de la perspectiva de género (temática en torno a la que gira toda la serie), es momento de que ahondemos en profundidad en la personalidad de los personajes, especialmente en Allie y Shelly, que en temporadas previas causaban más de una frustración a los espectadores por el egoísmo que aparentemente derrochaban los personajes.
A través de un humor sencillo y del drama cotidiano se abordan conflictos geopolíticos, la cultura de la violación y la complejidad de la mente humana sometida a estereotipos sociales y de cómo poco a poco podemos liberarnos de ellos y de las condiciones establecidas.
Diez capítulos que, a pesar de la lentitud que caracteriza los acontecimientos en esta serie, dejan en el espectador una sensación de fascinación gracias al componente emotivo que han desarrollado en unos personajes bien construidos.
Tras la confirmación de que habrá una quinta temporada, queda por ver cómo resuelve Amazon la marcha de Tambor de la serie.
Lo mejor: la humanidad que desprende cada capítulo.
Lo peor: las situaciones absurdas que encuentran algunos personajes dan en ocasiones sensación de "forzar la mecha de la serie".
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